domingo, 26 de junio de 2011

Sueño mediterráneo


Estos días calurosos traen a la memoria el bellísimo óleo de Lord Frederic Leighton, Flaming June (en español, Sol ardiente de junio), pintado en 1895: una figura femenina vestida con una ligera túnica anaranjada, acurrucada sobre un banco en posición casi fetal y durmiendo, totalmente relajada, al sol del Mediterráneo. Después de haber desaparecido de la historia en algún momento de la década de 1930, la obra apareció en 1962 tras un falso panel sobre una chimenea de una casa de Clapham Common, en Londres. Pasó por las manos de varios marchantes sin encontrar comprador, hasta que terminó siendo adquirida en 1963 por Luis A. Ferré para el Museo de Arte de Ponce de Puerto Rico y es su principal joya. La obra visitó Madrid para una exposición temporal del Museo del Prado, La bella durmiente. Pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce, que tuvo lugar entre el 24 de febrero y el 31 de mayo de 2009.

Se ha subrayado que el tema de la somnolencia, especialmente expresado con  mujeres dormidas, fue un importante leitmotiv en la pintura inglesa a finales del siglo XIX y estaba cargado de alusiones a la muerte y a las misteriosas profundidades del inconsciente, en este caso representado por la adelfa (planta de flores y hojas venenosas) que asoma a la derecha. También hay quienes indican que la religión griega, y en particular el culto a Apolo, identificado con Helios, el Sol, ha ejercido gran influencia sobre Leighton (recuérdese, por ejemplo, Helios y Rodas, de 1869, en la Tate de Londres), pero en esta ocasión el título no hace alusión a la mitología. El autor parece interesado, sobre todo, por la luz y el color.

También duerme Ariadna, la hija de Pasífae (de quien hemos hablado en otra ocasión) y hermanastra, por tanto, del Minotauro. Tras desembarcar al atardecer en la isla de Naxos con Teseo, a quien ha ayudado a salir con vida del Laberinto y  huir de Creta, cae en un sueño tan profundo que al despertar sólo alcanza a ver en el horizonte las velas del barco que prosigue, sin ella, el camino hacia Atenas. Tal vez Teseo estaba enamorado de otra, tal vez Dioniso deseaba casarse con ella, o fueron Atenea o Hermes quienes ordenaron el abandono.
Sobre cómo prosigue la historia, existen dos versiones: según la más extendida, Ariadna se casó con Dioniso, tuvo cuatro hijos con él y una constelación es la corona de oro, obra de Hefesto, que recibió como regalo de boda. Según otra, en la navegación hacia Atenas, una tempestad desvió el barco de Teseo hacia Chipre. Ariadna, encinta y mareada, había desembarcado y a Teseo se lo había llevado mar adentro, contra su voluntad , un repentino y fuerte viento . Consolada por las mujeres de la isla, Ariadna murió al dar a luz y, cuando al cabo del tiempo regresó Teseo, fundó allí un ritual en honor de la joven.

Caen rendidas y duermen también las mujeres de Anfisa, una ciudad cerca de Delfos que lleva el nombre de una amada de Apolo, nieta de Helio y de Rodas, bacantes en toda regla, más entregadas a lo dionisíaco que a lo apolíneo, tal como las imagina L. Alma Tadema, en su cuadro de 1887.


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